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sábado, 13 de mayo de 2017

El convoy de la muerte de Cieza


El convoy militar consiguió atravesar sin dificultad el paso a nivel, antes de la llegada del tren correo, excepción hecha de la última unidad, que tras detenerse en Cieza, circulaba a toda la velocidad posible hacia este punto fatídico.
Primeramente atravesó la vía por un cruce elevado (puente), para poco después hacer lo contrario dirigiéndose al paso a nivel en su camino hacia el fondo de la rambla, la que debía atravesar, pues el tren la sorteaba por medio de un puente de hierro.
Cuando llegó el vehículo retrasado, Juan Antonio Téllez había colocado la primera cadena, la situada a poniente, y se disponía a echar la segunda. En su alocada carrera, el conductor del camión, cuando pudo frenar percatado de la luz roja que en su mano portaba el ferroviario, lo hizo sobre las propias vías, ante la sorpresa del guardabarreras y los gritos de éste.
   El militar insistió en su pretensión, y ante la negativa del encargado del paso a nivel le amenazó con una pistola a que le abriese paso o lo mataba. En el acaloramiento de la discusión, y con el ruido del motor del camión, la locomotora avanzó inexorablemente tomando velocidad, pues hacía poco que había salido de la estación, hasta empotrarse con el obstáculo que se interpuso en su camino.

   Si el choque de por sí no fuese suficiente, la peligrosa carga transportada por el camión, consistente en explosivos, municiones y bombas de aviación, multiplicó la violencia de manera extraordinaria, hasta el punto de que el vehículo militar voló por los aires, incluyendo en la voladura la casilla del guardabarreras, la escuela próxima y otros edificios.
   La onda explosiva alcanzó considerable distancia, ocasionando la ruptura de cristales en algunas ventanas de zonas bastantes alejadas. En el silencio de aquellas horas, el sonido de la detonación llegó hasta las localidades próximas, y en la propia Cieza todo el mundo supuso que la aviación de los nacionales estaba bombardeando el pueblo.
   La oscuridad de la noche acrecentó la angustia de los heridos y demás supervivientes, y cuando pudieron reaccionar, entre gritos, llantos y lamentos, se pudo percibir que la locomotora había quedado volcada fuera de las vías, algunos de los vagones totalmente destrozados por la metralla, y el resto de las unidades con diversos daños  Aquello ofrecía un panorama dantesco y estremecedor, según relataron algunas personas que acudieron a prestar ayuda en los primeros momentos, como en el caso tan doloroso y conmovedor, de escuchar al pobre maquinista, atrapado entre los hierros de la máquina, que pedía socorro entre alaridos de sufrimiento, porque sobre su cuerpo caía agua hirviendo procedente de una tubería de la locomotora.
    Si el malogrado camión, sus ocupantes y el guardabarreras, desaparecieron como por encanto, algo parecido ocurrió con la casilla donde dormía la familia del ferroviario, la cual quedó seccionada totalmente, y sólo se salvaron María Martínez, la mujer, y María y Carmen, las dos hijas, aunque con Carmen Téllez Martínez, heridas de consideración.
   En auxilio de los supervivientes se movilizó un gran despliegue desde los primeros momentos. Ocupaba por entonces la Alcaldía-Presidencia del Consejo Municipal de Cieza, Antonio García Ros, quien dio parte, inmediatamente que tuvo conocimiento del suceso, a Vicente Sarmiento Ruiz, Gobernador Civil de Murcia por el Frente Popular.
   Desde otros lugares se personaron de manera espontánea:
• Los cinco médicos titulares de Calasparra, con un farmacéutico y un practicante,los cuales se unieron a la cura de los heridos.
• El médico de Abarán don Joaquín Martínez Gómez, titular en dicha villa desde 1932, acompañado de los practicantes José Gómez Tornero, conocido como «el Rubio practicante», y Antonio Tenedor Tornero, padre del emérito poeta Humberto Tenedor.
• El Director del Hospital Militar de Fortuna, don Humberto Sanz, con dos ambulancias, camillas, personal médico y auxiliar, que rápidamente procedieron a los auxilios necesarios.
• El Director del Hospital Militar de Archena, don Luis Pastor, con dos ambulancias, camillas, material sanitario y personal médico y auxiliar.
• Desde Murcia también llegó personal sanitario, que se encargó no solo de prestar auxilios sobre el terreno, sino de evacuar algunos heridos a la capital del Segura, como fue el caso de Carmen, una de las niñas del guardabarreras, trasladada a la clínica del doctor don Ramón Sánchez Parra, pues resultó con diversas heridas graves en la cabeza, metralla en la pierna izquierda y rotura del brazo derecho, en el que aún se aprecia una ostentosa cicatriz.
   Con la llegada de las primeras luces del nuevo día, se pudo comprobar la verdadera magnitud de la catástrofe, pues los restos humanos y del camión militar se extendían por un amplio espacio en torno al «punto cero», alcanzando la metralla y restos humanos un radio de muchos metros; a lo que debemos añadir también los daños que sufrieron las casas más cercanas, y algunas más alejadas, en sus ventanas y tejados. Incluso en el casco urbano de Cieza, según relata Gómez Camacho, aquella potente onda expansiva produjo muchas roturas de cristales en ventanas y escaparates, como asimismo que infinidad de botellas y vasos cayeron al suelo desde sus cornisas. También refiere, que dada la cantidad de viajeros –en su mayoría militares–, que ocupaban a tope los compartimentos del tren en aquella calurosa noche de verano, en una de las ventanillas iba un joven guardia de asalto, con la mitad de su cuerpo fuera de vagón, disfrutando del frescor de la noche, y al producirse la potente explosión, a consecuencia de la tan cercana onda expansiva, el distraído guardia salió disparado como un proyectil, cayendo a varios metros sobre los grandes matojos que suelen crecer en los terraplenes de la vía; por lo que de puro milagro salvó su vida, y sólo resultó dolorido y magullado por la descomunal caída.
   El primer recuento, efectuado a las seis de la mañana, arrojaba la cifra de cinco personas muertas y 101 heridas. Ningún dato posterior, tanto del propio Ayuntamiento de Cieza, como del Gobierno Civil o de la prensa regional, añadieron información alguna a lo reseñado; pero las víctimas fueron muchas más. Según nuestras investigaciones, en el libro de defunciones del Registro Civil de Cieza hemos localizado hasta catorce fallecidos en el paso a nivel, sin que podamos concretar
la cifra definitiva, dado que algunos fallecerían posteriormente a causa de las heridas, bien en Cieza o en otras localidades a donde fueron evacuados. A lo que debemos añadir, que la filiación de algunas de las víctimas no se pudo conocer en los primeros momentos, ni aún en los días siguientes, pues como muy bien refleja dicho libro de defunciones, aún a mediados de agosto se efectuaba la inscripción dealguno de los fallecidos el citado 15 de julio.

martes, 9 de mayo de 2017

Henrietta Lacks, la mujer que fue inmortal sin saberlo

¿Puede, tras tu muerte, una parte de ti seguir viviendo durante generaciones? Esa es la historia de Henrietta Lacks, una madre afroamericana cuyas células cancerígenas han cambiado para siempre la investigación médica moderna.
Y, sin embargo, quitando a un puñado de lectores y los aficionados a las radios públicas, su nombre y sus contribuciones a la ciencia siguen siendo en gran parte desconocidas.
Nacida en 1920 en una familia de agricultores de tabaco de las zonas rurales de Virginia, Henrietta se trasladó a Baltimore con su marido durante la Segunda Guerra Mundial.
Después de sentir un “nudo en el vientre”, lo primero que Henrietta pensó es que estaba embarazada, y así fue. Sin embargo, tras el nacimiento de su quinto hijo, el nudo resultó ser un tumor cancerígeno de cuello de útero.
Le realizaron una biopsia en el hospital de Johns Hopkins, donde cosecharon algunas células, sin el conocimiento ni consentimiento de Henrietta, y fueron llevadas al investigador de cáncer, el doctor George Gey.
El doctor Gey había estado intentando durante años hacer crecer células humanas fuera del cuerpo.
Con el fin de obtener muestras lo suficientemente grandes para su investigación, utilizó células recogidas de muchas bipsias de tumores en la Universidad Johns Hopkins. El problema era que las células se morían siempre, a excepción de las de Henrietta Lacks. Sus células no solo no murieron, sino que siguieron creciendo.
Aunque Henrietta murió de cáncer de cuello de útero con tan solo 31 años, el doctor Gey reprodujo cientos de miles de células tumorales, a las que calificó células HeLa, en honor a su donante.
Esas células fueron, más adelante, utilizadas en laboratorios de todo el país para estudiar desde el cáncer hasta el sida, pasando por el sarampión, las paperas y la rabia. Fueron cruciales para el desarrollo de medicamentos y vacunas que han salvado millones de vidas.
Las células HeLa no sólo fueron las primeras células clonadas, también fueron las primeras células humanas en el espacio. Antes de enviar a un astronauta a la Luna, las células HeLa fuero disparadas al espacio exterior para poner a prueba los efectos de la gravedad cero en el cuerpo humano.
A pesar de todos los avances que se consiguieron en la ciencia moderna gracias a sus células, la familia de Henrietta no supo que se estaban utilizando en todo el mundo hasta unos 20 años después, cuando los investigadores contactaron con su hija, quien había perdido a su madre siendo aún un bebé.
No fue hasta 2013, después de que investigadores alemanes publicaran el genoma de las células HeLa sin el permiso de la familia Lacks, cuando sus hijos empezaron a ser incluidos en su legad
En un acuerdo con los Institutos Nacionales de Salud, a la familia Lacks se le concedió un control limitado sobre el acceso al código de ADN de la célula y el reconocimiento de documentos científicos. Además, dos miembros de la familia de Henrietta se han unido a un comité de seis personas para regular el acceso al código de células HeLa.
Después de años de oscuridad, la historia de Henrietta finalmente ha salido a la luz, no solo en los libros de historia, sino también al resto del público. En 2010, su biografía de Rachel Skloot “La vida inmortal de Henrietta Lacks” encabezó la lista de los más vendidos.
Esta mujer generó un gran cambio y avance de la medicina moderna, incluso sin saberlo. “No hay una sola persona en el mundo que realmente no se haya beneficiado de sus células”, como dice Rachel Skloot.

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